De cuando en cuando me dejo llevar por el romance. Aquí está el resultado...
Espero les guste.
Invierno de 2003.
Sus tiernos ojos se abrieron, lo contemplaron con una luz brillante e intensa.
En ese preciso y exacto momento se enamoró. Si, se enamoró como los inexpertos colegiales y se hundió en esa mirada, hasta lo más infinito. Como si fuera su último lugar. El recóndito rincón a dónde su alma iría. Nunca más lejos. El silencio reinó y ya no hubo espacio ni tiempo, ya no hubo nada más que esos espejos reflejándose mutuamente. Sintiendo que ese lazo no se destruiría. Que sería eterno. Eterno encuentro de dos seres que no eran más materia, ahora eran espíritus flotando en el medio de la luz y la oscuridad. Fluyendo.
Sucedió en una milésima de segundo.
A la siguiente milésima estaban en sus actividades habituales.
Invierno de 2006.
Una brisa fresca pasó por su frente y un susurro muy suave le gritó: ¡Vení! Y se dio vuelta, pero no había nadie, y siguió leyendo el diario.
Pasaron unos segundos…
Se coló una ventisca por la ventana y se oyó un fuerte grito que le acarició el oído: ¡Mirá!
Se paró y fue hasta la ventana, miró hacia la calle y se vieron…
Otra milésima de segundo eterna pasó por su vida.
Un remolino hizo volar una hoja de diario que cayó a sus pies, la levantó la dobló varias veces y la guardó en el bolso.
Fabi desde la ventana le dijo: ¡Gracias! Y las almas volvieron a su lugar.
La ventana se cerró y los pasos volvieron a caminar. Ya el viento no habló, ni gritó, ni susurró.
Carla había llegado; y Fabián, su amor desde hacía tres años, bajó las escaleras y fue a recibirla.
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