viernes, 27 de noviembre de 2009

Felices los niños

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Recuerdo que desde la casa de mi infancia, se veía pasar el tren. Quedaba a diez cuadras, pero se veía.

Y yo disfrutaba viéndolo pasar. No se, creía que traía noticias de otros lugares, un halo de lejanía, de distancia y de cosas que yo todavía no podía conocer. Mis fronteras eran pequeñas, pero mis horizontes muy grandes (Sí, puedo ser poética cuando se me da la gana).

Había un quiosquito (porque antes Quiosco se escribía con Q, no como ahora que le ponen Kiosco, aunque la forma también es correcta, casi nadie la usaba), mezcla de regalería y juguetería, donde había un “Bebote”. Un “bebote” era un muñeco que se asemejaba mucho a un bebé real. Y moría por tenerlo, les hinchaba a mis viejos para que me lo compraran a cada rato. Hasta que un día me lo compraron. Me temblaban las manos cuando me lo dieron, de tanto que lo quería. Tenía 6 años.

Lo que nunca logré que me compraran fue un triciclo. Y eso que jodí de lo lindo, me colgaba de la pollera de mi mamá y estaba un rato largo pidiéndole el dichoso juguete.

Pero eran épocas en las que un juguete era algo muy valioso. Se atesoraban. No era cualquier cosa que te dieran un regalo.

Me da un poco de nostalgia pensar en todo esto, de hecho estoy nostálgica. Aunque no entiendo (si, YO no me entiendo), como estoy escribiendo esto, después de todo pretendo que este sea un blog de humor (o por lo menos simpático)

Y después de todo se me ocurre pensar que hoy en día los juguetes son casi descartables.

Que los niños no le prestan más atención a un juguete que a un programa de televisión o una película; que se mira una vez. Los juguetes se usan una vez o dos, cuando son la novedad y luego se dejan en el olvido.

No es ninguna verdad revelada lo que acabo de decir, es nada mas ni nada menos que acordarme de cómo era mi infancia, la infancia de mi generación. Aunque con ésto descubran que no soy ninguna jovencita (No, no insistan. No voy a decir cuantas primaveras tengo en mi haber, y digo primaveras porque nací en primavera)

Bueno, en conclusión: ¿Los niños de antes éramos más felices? No, éramos mas libres. Hoy viven todos enrejados, aprisionados. No juegan en la calle, no disponen de su persona jamás, le están dando cuentas a los adultos todo el tiempo así vayan a la esquina. Por miedo, miedo que se traspasa de generación en generación.

No me quiero imaginar cómo será la vida de los niños del futuro.

Y según Mafalda de Quino, lo dijo muy bien:

“Ha cometido nacimiento en época actual con intento premeditado de perpetrar niñez en domicilio de radio urbano”

Sin contar con que la historieta tiene 40 años de antigüedad.



Au revoir!

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